jueves, 11 de noviembre de 2010

180 días de clase ¿Será esa la cuestión?

180 Días…




180 días de clase. Parece que esta es la cuestión. La principal variable de la calidad educativa.

Cada año al comenzar un nuevo ciclo escolar escuchamos a políticos, educadores y periodistas señalar como objetivo principal, cumplir con 180 días de clase como herramienta fundamental para lograr que el sistema educativo se traduzca en calidad educativa.

En los últimos tiempos observamos como este imaginario, se viene reproduciendo, adoptando casi la forma de mito, naturalizándose. Quedando como todo mito, en un lugar incuestionable.



Las investigaciones didácticas aseveran que para llevar a cabo cualquier situación de enseñanza es necesario continuidad y sistematización. Bajo este concepto, que compartimos, podemos aceptar y reconocer que los 180 días de clases sean una variable importante a tener en cuenta para el logro de la calidad educativa.

¿Pero es este el principal indicador de análisis al momento de garantizar buenos aprendizajes?

Tomemos como ejemplo el área de lengua, puntualmente las prácticas en los 4º 5º y 6º grado. 180 días de clases para hacer análisis sintáctico, memorizar la definición de sustantivo, adjetivos, sinónimos, antónimos, repetir las conjugaciones verbales en pretérito en presente y en futuro, escribir un cuento, sin ningún soporte textual, probablemente estos cuentos deberán tocar el tema de los valores humanos, pero eso si, empezar escribiendo primero oraciones, luego párrafos y poco a poco se irá construyendo el texto. La docente realizará las correcciones pertinentes, quitándole la posibilidad al alumno de responsabilizarse de su escritura, para luego escribir el cuento con las modificaciones que se le realizaron.

Luego de algún cuento leído por parte de la docente (práctica no muy habitual en las escuelas) los alumnos deberán responder preguntas que no harán más que aniquilar el texto en cuestión.

Cuando los alumnos usen la lengua escrita para buscar información, deberán contestar cuestionarios cuyas respuestas la encontraran literal y ordenadamente en el único texto que manejan, “los manuales escolares”.

Así, los alumnos pasan por el sistema educativo, definiendo que es una novela, qué es un texto argumentativo, cuál es la métrica de una poesía, siguen analizando oraciones, leen en forma obligatoria una novela, y las situaciones de escritura pasan por explicar de qué trata tal o cuál texto.

Luego de 180 días de clases, de muchos años con estos 180 días de clases, se evaluará por ejemplo, las capacidades lectoras que posee los alumnos, y es aquí donde las estadísticas hablan por si mismas.



Estadísticamente uno de los obstáculos que presentan los alumnos que acceden a los exámenes de ingreso de la facultad o aquellos que cursan el C.B.C, es la imposibilidad de construir el sentido de cualquier tipo de texto. Debemos recordarle al lector que la mayoría de los alumnos que llegan a estas instancias de educación superior son chicos que seguramente tuvieron 180 días de clases, ya que pertenecen a sectores medios y altos de la sociedad y seguramente tuvieron recursos para acceder a una educación de “calidad”.

Interesante es observar como este problema en la formación de lectores competentes lo poseen también grandes países del mundo desarrollado. En Francia sin ir más lejos se adoptó un nuevo término que corre casi en paralelo al de analfabetismo y es el de ciudadanos iletrados. Término que corresponde a las personas que a pesar de poder decodificar un texto no pueden vincularse con el mismo, no entienden lo que leen.



Entonces, si los alumnos que llegan a la educación superior tuvieron la oportunidad de tener 180 días de clase durante toda su formación primaria y secundaria y aún así presentan obstáculos en su formación universitaria. Cuál es la variable a tener en cuenta, en dónde deberíamos bucear para intentar encontrar una respuesta a la calidad educativa.



Una respuesta posible la podemos encontrar en tener 180 días clases pero con otras prácticas de enseñanza. Prácticas que alfabeticen para la vida ciudadana y no para la escuela-Suena paradójico, pero para qué habrá de alfabetizar la escuela si no es para el trabajo y la vida ciudadana y democrática-.Prácticas de uso social y no tanto de uso escolar.

Desde este paradigma escribir una carta en la escuela deberá tener un destinatario real que trascienda la aprobación de la docente, el escribir un cuento de terror tendrá el objetivo social de leérselos a los compañeros de primer grado.

Establecer acciones, hábitos lectores por parte del maestro, para que los chicos se adentren y cautiven en el mundo literario.

Recordemos que el verbo leer no admite imperativos, como tampoco lo admiten el verbo amar y querer, en este sentido intentar desplegar un abanico de texto que seduzcan a los chicos, para que en el proceso, los alumnos puedan tomar decisiones de qué leer y qué desechar. Como hacemos todos los lectores en la vida real.

Desarrollar capacidades de lectura y escritura que correspondan a cada necesidad, no es lo mismo leer el diario que leer un clásico, como no es lo mismo leer para buscar información que para leer poesía. En cada caso se ponen en juego diferentes estrategias lectoras. Diferentes estructuras textuales que abordar.

Otro tanto pasa con la escritura. Analizar cuál es la estructura del texto que se desea escribir, hacerse cargo de su escritura y reflexionar acerca de la misma, escribir borradores las veces que sea necesario hasta considerar que el texto está bien escrito, son acciones, quehaceres del escritor, que se llenan de sentido en tanto, prácticas de uso social.

En síntesis y para no realizar un tratado didáctico. 180 días de clase para encontrar sentido a las prácticas. Pensar el desafío, como dice Delia Lerner, de incorporar a todos los alumnos a la cultura de lo escrito, y lograr que todos sus exalumnos lleguen a ser miembros plenos de la comunidad de lectores y escritores.



Las escuelas públicas al no cumplir con los 180 días de clases reproducen la desigualdad social y las escuelas privadas garantizan y solo garantizan los 180 días. Pero ninguna de las dos, salvo honrosas excepciones observables en cualquiera de los dos sistemas, garantiza la calidad educativa.



Gabriel Franic

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